LA MIRADA OBLICUA DE LOS HISTORIADORES PERUANOS EN LA GDP

(Del libro Crónicas Históricas, Guerra del Pacifico, 2020 de nuestra autoría. )

Por Arturo Flores Pinochet

La mayoría de las historias peruanas, no todas, porque deben existir mínimas excepciones, enfocan la Guerra del Pacifico desde el flanco nacionalista donde el chauvinismo, la intolerancia, el apasionamiento y la ausencia de la verdad, muchas veces, prevalecen.

La célebre expresión “el fin justifica los medios”, en este caso, constituye manantial del cual todos extraen agua con entusiasmo sin par.

Ciertamente, como dicen, las historias las escriben los vencedores, porque  los vencidos, a fin de cuentas,  ¿Qué podrían contar?, ¿ una historia de explicaciones…?

Siempre  nos ha parecido  curiosa la forma como interpretan la historia al través de los tiempos los historiógrafos peruanos, incluso esa solapada manía de inculcar el aborrecimiento hacia Chile. Como sabemos, hay antecedentes que esa actitud nefasta parte desde temprana edad, incluyendo los años escolares. Y para ello se valen de una verborrea increíble, con relatos muy bien hilvanados, donde, en medio de la acción, aprovechan de inocular entre líneas, subliminal o desfachatadamente, el resentimiento anti chileno.

No sabemos si otros países de América actuaron de la misma forma en situaciones similares, es decir, pérdida de la guerra y merma de territorios. Entendemos que en Europa, en análogas situaciones, han llegado a buen puerto y no subsiste en el tiempo tanta pasión como la de los peruanos.

Quizás las historias bolivianas, por razones obvias, consiguen parecerse…

EXPLICANDO LAS DERROTAS

Hemos leído sobre el tema varios textos escritos por los vecinos del norte. También tocamos el asunto con ciudadanos del país colindante. Casi todos repiten mecánicamente las mismas consignas. Hoy nos detendremos brevemente en los diez tomitos de la serie Reivindicación (1974) del peruano Eduardo Congrains Martin. Cada tomo lleva el nombre de una batalla. Ciertamente es más preciso: trata sobre las lidias en la región de Tarapacá, justamente el territorio perdido por los incaicos. Salvo el combate del mismo nombre, las restantes fueron derrotas: Pisagua, San Francisco (Dolores), Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores. También hay un libro dedicado a Grau, sobre quien nos hemos pronunciado más de una vez.

Siempre lo mismo: explicando los fracasos.

Esgrimiendo la consabida postura victimizante, tan propia de sus historiadores, aunque no por ello menos ladinos, el autor se esfuerza por presentar un relato barnizado con una hipotética objetividad, lo cual, como sabemos, es imposible. Por derivación, falso. Jamás existirán historias objetivas, imparciales e independientes. Y no necesitamos explicar la razón fundamental de ello. (¿O la de Eduardo Congrains logra esa buscada objetividad?). En el fondo, trata por todos los medios de persuadir al lector sobre las bondades de los militares incaicos y la sobrevaloración de sus contrincantes. Ejemplifica cada batalla y combate haciendo ver la valentía sin límites de sus connacionales, minimizando las victorias enemigas. O sea, más de lo mismo. Para convencer, se asila en varios comentarios de historiadores chilenos, que es una medida que utilizan mucho los analistas del Perú, pretendiendo con ello objetivizar sus asertos. El problema es que, a veces, se corre el riesgo de sacarlos del contexto y ajustarlos a su mira.

Así cualquiera se erige en historiador.

LA MIRADA OBLICUA

La constante de este prototipo de documentos, es, repetimos, su enfoque victimizante en torno al poderío chileno. Lo aumentan de tal modo que, cuando explican las derrotas, tienen la justificación inmediata. No recordamos ningún combate o batalla ganada por los chilenos que ostente algún mérito o sea indubitable en los textos peruanos. No. Salvo error u omisión nuestra. No existe reconocimiento a la táctica, estrategia, al enorme valor de los soldados chilenos, sino todas los fracasos se debieron a factores externos: inmensa superioridad en hombres y armamento, el clásico y manido apoyo de Inglaterra, error de sus oficiales al plantear la batalla y la corrupción de sus políticos. No salen de ahí. Agregan que si estos factores no hubiesen concurrido, otro gallo cantaría.

Perogrullada tan evidente como si nuestra abuelita no hubiese muerto, hoy estaría viva.

Para sustentar los juicios, inflan de manera exagerada y poco creíble el heroísmo de sus soldados y oficiales incaicos. Que los hubo, los hubo, como en todo orden de cosas, es innegable, pero es demasiado. Entonces el lector queda sorprendido de ese enorme valor (¿Por qué no ganaron?) y se compadece lógicamente de los vencidos frente al contrincante superior que «abusó» de su poder y de la debilidad de Perú y Bolivia juntos. (Dos contra uno). Por consiguiente, no se necesita ningún aditamento para entender el por qué del resentimiento ancestral que tienes los habitantes del Perú hacia el pueblo chileno.

Con esa mirada, cualquiera se compadece….

Ahora, para institucionalizar esos juicios, emplean sagazmente adjetivos descalificatorios contra los soldados enemigos: Violadores, energúmenos, bárbaros, abusadores, sanguinarios, monstruos, ladrones, etc. Un arsenal increíble de reprobaciones. Son voces que surgen en medio de la narración, como decíamos, dispuestos de tal manera que subsisten disimuladamente en la memoria. Sirve, por supuesto, para continuar aminorando los efectos de las derrotas. Como la palabra “invasor”, por ejemplo, repetida mil veces. Mensaje subliminal sin duda. Entre los numerosos epítetos sobresale uno que es digno de análisis por lo grotesco: los hunos de América.

Sin duda el factor histórico, sostenido desde la visión objetiva, no sale muy favorecido.

De esta forma, queda en el imaginario popular una figura estereotipada del soldado chileno, no precisamente elogiosa, sino todo lo contrario. A no sorprenderse, entonces, cuando en debates por redes sociales las respuestas de los vencidos estén recubiertas casi siempre de una virulencia y de un rencor realmente asombroso. Sus argumentos semejan, a veces, a los esgrimidos por fanáticos de sectas, porque la intolerancia es su mejor disposición. Y no han cambiado en el tiempo y no cambiarán, porque el fanatismo no varía nunca.

Ya la palabra “Reivindicación” habla de lo que, soterradamente, subsiste en el espíritu peruano.

Los diez tomos de Eduardo Congrains reflejan palmariamente la mirada oblicua de los historiadores peruanos en torno a la GDP.

Arturo Flores Pinochet

Inscripción N° A-31499 Departamento de Derechos Intelectuales Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) Chile.