HISTORIADORES CHILENOS

Francisco Antonio Encina

Sin duda que han predominado en la historia del país los investigadores de tendencia conservadora o, si se prefiere, empleando términos políticos, de derechas.

Es lo que más resalta si estudiamos el pretérito.

¿Razones? No muchas, porque la principal tiene que ver con los tiempos en que se concibieron los trabajos. Épocas distintas a las actuales donde, volvemos al sesgo político, la sociedad chilena navegaba en mares en que dominaba las aguas “conservadoras”.

Es decir, de acuerdo a esa premisa, las historias nacieron en esos períodos, sin que ocurrieran muchas excepciones y, por consiguiente, están labradas de acuerdo a ello.

Esto trazó una línea del tiempo donde sobresalieron, por ejemplo Diego Barros Arana y Francisco Antonio Encina, además de otros no con tantos pergaminos.

Pero Cronos siempre avanza y se esperan cambios.

El progreso trajo aparejada la irrupción   de los trabajadores, como asimismo, de la clase media en el ámbito socio-político-religioso y con ello, también, comenzó la polémica sobre las condiciones del trabajo. Se habló de “la cuestión social”.  Eso ocurre siempre cuando las naciones sufren mutaciones.

Chile no estuvo ajeno.

Y desde una época determinada, surgen los historiadores que tratan de imponer una nueva visión, generalmente marxista, enfocando la historiografía desde otro ángulo, con lo cual, pensaron, se emparejaba la cancha. Destacados de esa corriente los Villalobos, Salazar, Jobet, etc.

El progreso tiene esas exigencias.

¿Lo consiguieron, lograron sus objetivos, se produjo el cambio de pensamiento como propusieron?

 Correspondería que  contestaran  los lectores de historia que, al igual que los de poesía, no abundan, aunque se escribe bastante.

El dilema final es que, en estos asuntos, como en política y religión, jamás habrá concordancia, nunca se pondrán de acuerdo, existirán siempre visiones sesgadas por la sencilla razón que, quienes escriben, lo hacen desde su propia óptica. ¿Y la mentada objetividad? Es la ideal, sin duda, todos piensan conseguirla, constituye una suerte de  clamor popular, pero tiene un grave defecto: no existe.

Nada de los que salga de nuestras mentes es objetivo, pues todo está manchado de nuestras impresiones sociales, políticas, religiosas, deportivas, hasta sentimentales.

No se sale de ahí y nunca lo hará, porque somos, ante todo y sobre todo, personas.

En consecuencia, cada vez que irrumpamos en los terrenos historiográficos habrá que saber, primero, quién escribe, segundo, conocer sus tendencias y tercero, al leerlo, obtener nuestras  propias conclusiones.

No hay otra medida.

ARTURO FLORES PINOCHET junio 2021